jueves, noviembre 03, 2005

The fourth stage

Hace unos días me miré en el espejo y me pregunté seriamente cuándo fue que perdí la juventud.
Mi expresión estaba constantemente amarga, esa era mi neutralidad. Para colmo soy una persona arrugada por tener las proporciones de la cara raras. Era una chica de esas que perdieron la alegría de vivir, creía.

Pero hubo un paso más. Como si fuera un vidrio que se rompió en el momento en el que perdí completamente la chispa.

*
No me acuerdo cuántos años tenía cuando mi abuelo, que todavía vivía a la vuelta de casa [después se mudó], nos iba a buscar a mi hermana y a mí a la escuela porque mi papá no estaba al mediodía. Cruzábamos en diagonal a lo que ahora es un locutorio, pero que antes era un barsucho, y nos compraba un cono de papas fritas. Después pasábamos por la carnicería [si no había pasado primero él] por la carne picada. Cuando llegábamos al departamento siempre terminábamos comiendo las papas antes de que hiciera los patys. Tenía una especie de prensador con manija muy pintoresco para que quedaran con forma bien redondita.
Eran realmente ricos. Cuando mi papá empezó a estar esos mediodías, dejamos de ir. Siempre nos invitó a hacernos patys... pero pasados unos años ya no podía, aunque igual nos siguió invitando.

De mucho más chiquita jugábamos al caballito [sobre sus rodillas] y de pronto decía "UOOP UN BACHE" y abría las rodillas. Yo moría del susto jauj
Era un poquito terror, pero un poquito la adrenalina de saber que iba a hacer lo peor de un momento a otro.

Por lo general me mordía la oreja para saludarme y yo siempre me enojaba porque me baboseaba y era realmente una mierda que hiciera eso JAUaj. Pero después me agarraba la mano y me decía "no seas tonta", y tenía la mano tan suave que para que me siguiera haciendo mimos me desenojaba enseguida. Además, nunca ví unas uñas mejor cuidadas.

Le encantaba hacer eso de "tenés roto", y cuando uno mira su ropa: "chinche poroto". Siempre siempre siempre se reía solo con eso. Porque obviamente a mi no me causaba ninguna gracia.

Algunas tardes me mandaba a comprar galletitas a escondidas para poder comer él también y yo medio lo retaba, pero como quería comer galletitas iba lo mismo jauj

Nunca le gustó que le tocara la pelada, un coqueto de aquellos. Y además de coqueto, sentimental. Porque cada vez que me veía haciendo algo que lo llenaba de orgullo, se ponía a llorar.
*

¿Dónde perdí la chispa?
Se me cayó adentro cuando me incliné sobre el cajón y lo sentí frío.

Tengo miedo de convertirme en este ser gris para siempre.