lunes, noviembre 13, 2006

Los acontecimientos en Backyard o La tragedia de la señora Puercoespín

En tiempos de lucha férrea en las inmediaciones del jardín, la señora Puercoespín pide a viva voz que le dejen abrazar el cuerpo de su marido, que ha sido violentamente atravesado por un objeto que se presume volador pero no identificado. Alrededor del señor Grillo, los vecinos faltos de tacto debaten las posibles versiones de los hechos, quién pudo haber perpetrado el hecho, qué motivo tendría y cuál sería el móvil, de modo que el debate se desvirtúa en una corrección de terminología específica de los unos por los otros, que tampoco saben nada. Y mientras, el Cuerpo de Policía de Backyard demora a la señora Puercoespín diciéndole que no, que las pericias correspondientes no han sido realizadas, que primero unas preguntas, que tranquilicesé, que cuándo fue la última vez que lo vió y que si tenía algún enemigo declarado. Pero qué le van a preguntar a la doña, que lo único que piensa es que se le fue el todo en un pin pan puf, que de golpe ya no tiene más a su cosito, su querido cosito que nunca fue capaz de poner su ropa sucia en el canasto. Que lo único que quiere es volver a poner su ropita en el canasto y seguir como si nada, seguir sin que esto que no sabe qué fue ni si quiere averiguarlo haya pasado. La señora Percoespín llora desconsolada y el coro de vecinos discute, glosario penal en mano, el término correcto para nombrar a la mancha de sangre que ahora rodea el cuerpito del señor Grillo. Llora, acurrucada, y el Cuerpo de Policía de Backyard la rodea como buitres. Sí, porque se siente muerta, siente que ojalá lo estuviera y ojalá hubiera vida después de la muerte para poder ahí sí abrazar a su cosito, tan frágil, que no le permiten ni ver ahora. Escucha las preguntas de los tenientes, que cuál fue su último desayuno y cuántas de azúcar le puso al café, mezcladas con las voces punzantes de la señora Castor, don Rata y doña Gata Peluda -quien está por demás complacida con que en el jardín se hable de otra cosa que no sea su ya tercer matrimonio-.
Entonces la señora Puercoespín respira hondo y decide dejar de sentir y responder las preguntas que sean para que por fin la dejen abrazar a su cosito mientras todavía está tibio, cosa que el Cuerpo de Policía de Backyard entiende como señal de que por fin está dispuesta a cooperar. Y larga la señora Puercoespín la narración de los hechos: que iban caminando de la pata, que él camina lento, que ella ve una florcita, que se adelanta para agarrarla, que se agacha y todo y que al levantarse se da vuelta y ya está ahí el señor Grillo yaciendo muerto, que enseguida los vecinos rodean a su cosito y ellos, los policías, la rodean a ella. Los tenientes se miran entre sí y dicen que no puede ser, que qué pasó cuando se fue a buscar la florcita, que si vió algo raro, que si pasó algo más. Y ella que nada, que nada más, que la flor recién caída con polen la hizo estornudar, que le pareció extraño que el marido no le dijera "salud" y que al darse vuelta...
Y los tenientes se miran boquiabiertos. Los vecinos en silencio espectan la situación. Los tenientes le preguntan, confirmando sospechas: ¿le dió la espalda y estornudó? La señora Puercoespín asiente sin entender por qué le preguntan eso y por qué no la dejan abrazar ya a su cosito en lugar de alejarle más las manos de él poniéndole esposas, mientras tanto los tenientes se miran con pena en los ojos y doña Gata Peluda busca frenéticamente entre las hojas del glosario.

-¡Homicidio culposo!- grita.
 

lunes, septiembre 18, 2006

«Now shut up, you distasteful Adbekunkus»

Con este acto solemne queda revivido Bent Thinking, que se encontraba en coma 4. Por ahí en un tiempo me dan ganas de escribir y para eso siento que hace falta un post de transición. O será que no tengo ganas de interpretar a Nietzsche para ganar una nota y por eso me pongo a hacer cuanta estupidez pueda.

El haber salido de circulación del refresh habitual ajeno afectará en algo?
Stay tooned.

jueves, enero 05, 2006

I just felt like running

A veces me dan ganas de correr mucho. Pero no ese correr de "cuidemos el cuerpo", no. Un correr más emotivo, del tipo que se reemplaza por esperar a que pase un tren para gritar lo más fuerte posible. Por desgracia no vivo cerca de las vias de un tren, y creo que tampoco lo haría porque tengo demasiado presente el perro de Les Triplettes de Belleville y ponerme en sus zapatos es algo que me tiraría demasiado abajo [no del tren, espero].

Tampoco un correr al estilo Forrest Gump. Creo que la forma de ejemplificarlo es El abrazo partido. Algo mucho más descargador o descargante.

Ahora mismo saldría corriendo. Bajaría los cinco pisos, le pediría a alguien que me abra la puerta [si hay algo que siempre evito es el dolor de las llaves en el bolsillo] y me largaría nomás. Pero en la ciudad hay demasiadas personas por las veredas, demasiado tránsito, especialmente por mi casa. Vivir rodeada de colectivos no es bueno si se quiere correr a lo negligente.

De todas formas no rendiría más de tres cuadras. Igual, qué tres cuadras que serían. Y cómo necesito esas tres cuadras.

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Este post va dedicado a Cos, quien me arrancó una de las pocas sonrisas de ayer y me impulsó a escribirlo con el 8vo comment del anterior.