martes, marzo 15, 2005

Yo, paisajista.

De chiquita, viendo la realidad que los dibujitos me enseñaban, aprendí que amo los paisajes. Soñaba con disfrutar de cielos raros naranjas y árboles increíblemente altos con copas diminutas con respecto al tamaño del todo el ser [los árboles son seres eh]. Aún sueño con eso creo. Las vistas altas de las colinas de Dragon Ball se me quemaron en la retina, quizás daltónicamente. Tal vez por eso me encanten los atardeceres [cielos naranjas, única conexión, pero basta] -nota para próximo post-
Otra paisaje hermosamente ficticio es el que mostraba Sailor Moon si no me equivoco. La Luna. De por sí hermosa. Pero la Luna que se asoma de a partes entre las hojas de un árbol.
Pero mis árboles [están en mi retina, son míos] nunca llegan tan alto.

Por lo tanto, he notado, recurro a la producción de mis propios paisajes. Bah, al de la Luna.
Desde mi ventana veo el pulmón de manzana, con sus árboles y con sus faroles esféricos [que más bien se ven circulares, posiblemente porque la luminosidad evita las sombras que permiten notar profundidad].
Veo un árbol desde arriba y un farol debajo, medio atrás. Esa es mi Luna.
Y seguramente el diseñador que indicó plantar ese árbol ahí y poner ese farol allá no tiene idea de lo feliz que me hace mirar por la ventana a la 1:36 de la mañana para cerrar un hermoso día.

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