martes, octubre 19, 2004

Coh Coh

Yo siempre fui una persona con inclicación hacia el coco. Pero claro que de esto acabo de tener noticias hace poco tiempo. Recuerdo lejanamente aquellos días de jardín de infantes en los que nos proponían que fueramos a hacer bombones [no, aprender el abecedario no se les pasó por la cabeza]. Ingredientes: cacao en polvo, leche y rayadura de coco. Para mi siempre fue un misterio el origen de tales rayaduras. Era todo un concepto un tanto sintético, y es que de hecho el morder rayadura de coco da una sensación de consistencia sintética [no desagradable].

Por supuesto que al no saber dónde conseguir las rayaduras [o será que nunca le dije a mi mamá que las necesitaba] ninguno de esos días las llevé. Así fue como mis bombones no tenían coco, o tenían coco ajeno, con el gusto a resentimiento de quien prestaba meros gramos a mi bola de cacao y leche [desde pequeñas las personas son fastidiosamente tacañas].

Pero bueno, años después, la familia utilizaba coco para poner encima de los arrollados. Esas planchas de biscochuelo amarillo, de gusto soso y que por cierto no es combinable con la gracia de un coco bien rayado. Así pues, por lo general no ingería tales postres familiares porque tenía bien claros mis agrados y desagrados al nivel del paladar.

Habrá sido un par de años más tarde que descubrí una de las maravillas de la cocina occidental: los coquitos. Conitos de tamaño pequeño, amarillentos y cuya masa lleva, como ingrediente principal, rayadura de coco. Ya en ese momentó debí notar la obviedad de la situación, pero no, me resistí vaya a saber uno por qué. Sin embargo, el verano pasado todo ya fue evidente: yo, como quieran llamarme, amo el coco. Habíamos llevado de vacaciones una provisión de barritas de cereal y su servidora no dejaba de engullir, una tras otra, las que traían coco y galletitas de chocolate [evitaremos marcas o nombres de producto por motivos obvios].

Todo esto puede tranquilamente sumarse a que yo misma escogí en una juguetería newyorkina uno de esos bichos del estilo mascota virtual pero con peluche alrededor cuyo nombre resultó ser Coh Coh [esto me lo reveló a las 2 semanas (o 2 días), creo, de tenerlo conmigo (primero entra en confianza)].

Concluímos que si hacemos una cadena de recuerdos con memorias distantes, comprendemos que mi vida estuvo siempre ligada al coco y a toda actividad que involucrara ingerirlo.

I love coco, and you?

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